27 mar 2012

DE CAMINO HACIA LA PASCUA.... ALGO PARA REFLEXIONAR


ME AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MÍ


“Ya no soy yo quien vive; es cristo quien vive en mí. Mi vida en este mundo consiste en creer en el Hijo de Dios, que me amó y entregó su vida por mí. No quiero hacer inútil la bondad de Dios.”
 San Pablo en la carta a los Gálatas capítulo 2 versículo 20


Esta frase última dicha por San Pablo: “No quiero hacer inútil la bondad de Dios”…. Es  la que nos puede ayudar a encontrar algo de respuesta a nuestra  pregunta….
¿Mereció la pena que Cristo-Jesús padeciera tanto por los hombres si hoy continuamos viviendo como si nada, viendo cómo la mayoría lo ignoran o no les importa siquiera?
Para comprenderlo es necesario adentrarnos  o al menos llegar a intuir el océano inmenso que es la Pasión de Jesús.
Hay un autor de los primeros siglos de  la Iglesia, que hablando de la Pasión del Señor dice que fue un momento en el que se desfondó sobre la humanidad un saco de Misericordia.
Misericordia es la palabra clave para entender todo esto. Misericordia-gratuidad-amor incondicional… por ahí va la cosa.
Nosotros, sin darnos cuenta, queremos entender el amor de Dios desde la razón, lo razonamos todo, pero la pasión de Jesús, no se puede razonar… es precisamente eso: !! Una pasión de amor!!! ¡La locura de amor mayor de la historia.!!!

Ningún hombre merece que otro dé la vida por él… nosotros, los que creemos y queremos amar a Jesús, los que estamos hoy en su Iglesia… nosotros tampoco nos merecíamos que él llegase tan lejos….. tan hasta el extremo. (Juan 13)
 ¿Tú habrías pedido que alguien hiciera algo así por ti?.. ¿Tú le pedirías a otra persona que muriera en tu lugar?.. puede que lo pidieras en una situación límite, pero, ¿Crees que esa persona lo haría?
 Además, puede surgir en ti la pregunta………… pero ¿cómo pudo él dar la vida por mí si en aquel momento aun no me conocía?... ¿De qué me tenía que salvar si hace XXI siglos yo aún no había nacido ni había cometido mal alguno?


Quisiera hablaros de una mujer italiana  llamada Gianna Beretta Molla. Era médico pediatra y laica católica, murió prematuramente de un cáncer uterino, pero prefiriendo salvar la vida de su hija aún no nacida antes que la suya.
Gianna Beretta nació en  Italia en el año 1922. Cuando estaba embarazada de su quinto hijo con  tal solo dos meses de embarazo, se le diagnosticó un cáncer de útero. Había que operarla sin más tardanza. Gianna pidió expresamente al médico que el tumor le fuera extraído sin dañar la vida de la criatura que tenía en el vientre. Dijo: «Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo»
Una vez operada, pasó los seis meses orando y aceptando lo que el Señor quisiera de ella, hasta el nacimiento de Gianna Emmanuela. Después de una semana de atroces dolores Gianna Beretta murió el 28 de abril del mismo año, a la edad de 40 años.
He querido remarcar  la frase: “Si hay que decidir entre mi vida o la del niño, elegid la suya. Salvadlo”.
Esto fue lo que hizo  Cristo por nosotros o mejor dicho Por mí personalmente. Cristo ha sido como esa Madre que nos dio a luz en el momento de la cruz. Has de creer que ya en aquel momento te tenía presente a ti, tenía presente a cada hombre de la tierra y de todos los tiempos, aunque aun no hubiésemos nacido.
Tenía presente tu corazón, cuáles serían tus sueños, tus anhelos. Tenía presente esos momentos en los que por no conocer tu verdadero valor, te venderías ante la mirada de los demás, como lo hizo Pedro y venderías tus sueños más profundos conformándote con la vida de todo el mundo, esos momentos en los que por miedo, no te definirías y te quedarías con una imagen de ti mismo de que “total eres un cobarde”, y pensarías “total no hay nada de especial en mí, soy como todos, un borrego”.

Jesús tenía presente en aquel momento esa lucha que a veces vives entre optar por ti  mismo y optar por jugártela por un amigo aunque quizá éste no te corresponda después como tú esperabas. Conocía como te sientes de mal  cuando te sales con la tuya auque para eso tengas que mentir a tus padres, a los que quieres.
Jesús también sabía de tus innumerables caídas…. Si, las que eres capaz de enfrentar y reconocer y a las que ya no das importancia porque al final se trata siempre de  la misma piedra de  tropiezo.

Jesús dio la vida por ti, por si en algún momento se te ocurría pensar o simplemente la vida misma, los problemas te llevaban a pensar cosas como que  “total mi vida no es tan importarte o especial , da igual estar que desaparecer”… sólo de pensarlo, Jesús se estremecía y se decía así mismo: “Padre, venga… POR ELLOS, por ti”.

            Jesús optó él por morir para que todas esas situaciones de tu vida que ibas a vivir y  que te dejarían sin fuerzas por dentro, sin esperanza, sin coraje para seguir, para intentarlo una vez más…. Para que eso no tuviera la última palabra en tu vida, ni ahora ni nunca.

Jesús dio la vida porque creyó, se creyó como un niño inocente, que, a pesar de todo el mal que los hombres le hacían,  en el hombre, en cada hombre creado por su Padre había una inmensa bondad en su interior, sepultada debajo de un montón de barro y ceniza.

Sí. ¡Para Él mereció la pena!! No hagas ahora tú inútil su bondad, su fe en ti.  Que el peso de tu pecado, de sentirte indigno de algo así, que eso no te vaya a alejar de Él.
El amor de Dios, lo que tiene es que no se merece, ni se compra, ni se negocia, Él ama igual. Su amor se llama Misericordia, que quiere decir: El corazón de Dios aplicado a la miseria, a la pequeñez, a la debilidad, a la fealdad.
Es como si se tratara de dos imanes de signo opuesto, que precisamente por ser tan distintos se atraen mejor.

Merece la pena su muerte si tú le das crédito a él, si te abres y te dejas amar precisamente en lo menos amable y agradable de tu vida.
Merece la pena si te atreves a ser feliz de verdad, no a medias, no más o menos, no porque todos los son. No, tú no eres uno más, eres el Único para él, eres su Todo. Por que por ti lo dio TODO.

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